lunes, 21 de noviembre de 2022

Unitario - El gran error futbolístico de Ernesto Grillo




¿Estás harto de que en la tele, el celu o la compu solo haya fútbol? ¿Prendés la radio y hablan de fútbol? ¿En la calle, en el trabajo, en el bondi solamente se habla de fútbol?

Bueno, "Columberos" te trae...  ¡¡MAS FÚTBOL!! 👻


Publicado en la revista D'artagnan Anuario N° 6 impresa el 02 de Enero de 1975, con guion de Pedro Valdés y dibujos de Héctor Tomás Rodríguez. Y de yapa, "Alégrese".




Descarga: (Valdés - Héctor) -  - El gran error futbolístico de Ernesto Grillo


Ernesto Grillo fue un entreala izquierdo y director técnico. Fue el prototipo de la guapeza, de la gambeta empleada con un intransferible sentido ofensivo y del amor propio para no entregarse nunca en bien de su equipo. Un delantero ganador, inscripto en el alma del Independiente de sus primeros años de jugador, gran protagonista de una etapa gloriosa del Milan y en su regreso a la Argentina, a impulsos del dirigente Alberto J. Armando, quien lo trajo al Boca de los años 60. Nació el 1 de octubre de 1929. Se probó en River, donde lo confinaban al costado derecho del ataque porque no interpretaron que , por entonces, necesitaba más espacios para su formidable arranque y rica habilidad. Alguien de su barrio, La Boca, lo llevó a la cuarta de Independiente, donde lo hicieron jugar como él quería, de número 10. Debutó en Primera a los 20 años (3-2 a favor contra Platense). Pronto se juntaron esos cinco diablos que maravillaron en la década del 50, inclusive convocados en grupo a la Selección: Michelli, Cecconatto, Lacasia (luego Bonelli), Grillo y Cruz. Ernesto amasaba la pelota, de golpe salía con esquives para cualquier costado y se metía en el área. O picaba, en yunta con Cecconatto y los punteros, cada vez que Lacasia, bien tirado atrás, levantaba la cabeza para lanzar sus famosas cortadas "a lo Pedernera". Guillermo Stábile los distinguió al designarlos para la Selección. 

Un instante único, histórico, imborrable, fue su asombroso gol a los ingleses, en 1952 en el estadio de River: maniobró con gran sutileza por la raya final y desde un ángulo muy cerrado engañó a todos con un presunto centro -eso era lo habitual, "la lógica"- que en realidad se transformó en remate ceñido que desconcertó al arquero. Golazo. 

El Milan de Liedholm, Schiaffino y Cucchiaroni lo compró en 1957, y allí vivió memorables contrapuntos en torneos europeos con el Real Madrid en el apogeo de Di Stéfano. Su polenta física fue aprovechada para un fútbol más luchado, porque limitó la habilidad para incentivar la generosidad en su entrega física. Incorporado a Boca como una de las grandes figuras en plena era del fútbol espectáculo, aportó toda su experiencia, más su riqueza espiritual, física y técnica. Fue uno de los abastecedores de pases-gol para Paulo Valentim. Después, tantos buenos delanteros (Norberto Menéndez, Angelito Rojas, entre otros) curiosamente lo recostaron hacia la punta derecha, ésa que desechó en su adolescencia. Pero en Boca no era wing-wing, sino algo así como un puntero ventilador, con mucho recorrido, como aguantaba su físico fornido. 

Jugó hasta los 38 años porque le daba el cuero. Y como de fútbol sabía mucho, siguió en el semillero de Boca, con sus consejos simplemente sabios y su personalidad humilde, como la de los grandes de verdad.

Como técnico dirigió a Boca (1977, 1982, 1983 y 1984), aparte de formar jugadores hasta principios de los años 90 en las divisiones inferiores del club, inicialmente con Bernardo Gandulla y después con Alberto Mario González.

En Argentina jugó 278 partidos convirtiendo 102 goles: en Independiente (1949-57, 194 partidos, 90 goles) y Boca (1960-64, 84 partidos, 12 goles).

(Fuente: Diccionario Enciclopédico del Fútbol Olé -Abril 1998- y ABC del Ascenso Olé -Junio 2001-).




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