El látigo, silbando sobre las acanaladas ancas, viborea quebrando el aire. Sobre el charco, suspira el último tono de luz de la tarde. El silbato agudo, lejano, de la curtiembre paraliza brazos y relaja mentes.
Editado en revista Intervalo Semanal, Nº 1125, año XXII, el 10 de febrero de 1967. De Antonio Rosso, con dibujos de Carlos Eyré.
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